Por ahí he sentido el aletear de luciérnagas opacas alumbrando un caudal de abrazos sumisos, que atrapan, que engañan, que asfixian y que matan.
En medio de su aleteo sincronizado, aterrizo en esta batalla campal y me he reflejado sin sonrisa y sin prisa, sólo con un sabor a nostalgia que corroe miles de recuerdos, cientos de distancias despejadas y aisladas.
Anacoreta, te has ido por rutas foráneas y desiertas, yo me he quedado en mi circunstancia, de aquí no me mueve nadie y eso destiñe.
Nadie te busca, por eso nadie te encuentra y eso cansa, eso arrastra.
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